Seguro que desde pequeño ya adorabas los regalos de material escolar. Disfrutabas seleccionando los lápices, bolígrafos, colores y gomas que incluías en tu estuche al empezar el curso. Probablemente en tu carta a los reyes no faltaban las cajas más grandes de lápices de colores, ceras y rotuladores que pudieran existir.
Y esa adicción se fue intensificando conforme fuiste creciendo. No podías resistirte al placer sensorial de las texturas del papel, a la encuadernación cuidadosa de una buena libreta, al diseño sorprendente de un nuevo bolígrafo o al color de la tinta de una pluma estilográfica al deslizarse al escribir.
Seguramente que como a mí, se te han pasado las horas sin darte cuenta en tiendas especializadas de material de papelería o en las secciones de los grandes almacenes. Has tocado, mirado y remirado y aunque evidentemente no lo necesitaras, te has comprado el enésimo cuaderno o has añadido un nuevo lápiz a tu interminable colección.
Cuando has ido de viaje y por casualidad descubres una tienda callejeando por la ciudad, no has podido evitar entrar y dedicarle una tarde, como si de la visita a un museo se tratara. Y entonces no puedes evitar hacerte un regalo que siempre te recordará aquel momento.
Se trata de una fascinación estética por lo bello, por el detalle de las cosas diseñadas y elaboradas con cuidado. También un gusto por la organización y el orden pero al mismo tiempo por el buen diseño y la creatividad.
Seguramente estos podrían ser los rasgos que diferencian a las personas que disfrutan de esta fantástica adicción. ¿Te reconoces?